Estar sin ti

Por mi cuerpo corren ríos de aguas turbulentas, donde la pasión no encuentra cabida, donde la lujuria no reposa un instante, donde la melancolía del nunca jamás permanece constante como la agonía de la muerte temprana del Mesías prometido.

Las afiladas notas del piano que me roba la tranquilidad, sonando melodías llenas de tristeza y pasión. Acumulándose momento a momento como éxtasis tardío en lo profundo del alma, creyendo que el cosmos como algo lejano, como parte separada del nirvana.

Los coros angelicales son nada mas una efímera tonada que se escucha a lo lejos en el éter estéril de la inmundicia, de la esencia de mi ser, condenado, a la muerte profunda, donde solo la oscuridad reina.

La tristeza en los ojos de los niños con rostros color del barro, la eterna tristeza, la penetrante desolación que se encuentra en la tragedia, invade mi cuerpo, mi corazón late despacio y fuerte soñando en los sueños que jamás serán.

Del firmamento brotan gotas de llanto, lagrimas universales de frustración y vergüenza, de melancolía absurda, de fe incompleta, por fin fe de infante, ciega, pero incapaz, tonta y sombría, fría consoladora del viento que desplaza las grises nubes del destierro.

Paso a paso llegan los druidas de su lejano exilio en el místico mundo del gran consolador, donde las aves reinan desde sus nidos llenos de pequeñas crías que se alimentan con el dolor del ser humano, cundido por la avaricia, la vergüenza y sobre todo la sin razón.

Llegan los hermanos mayores al rescate de lo que jamás fue perdido. La ultima rebelión en la casa de Melquisedec fue temprana, pero fue como todas.

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